el excusado. El pelo pendía lastimero sobre los hombros de la niña. Empezó a cepillarlo. --¡Mira, nada más, cómo lo tienes de enredado! A cada jalón, la niña metía la mano, retenía una mecha, impidiendoquelamadreprosiguiera,habíaquetrenzarlo, si no, en la tarde estaría hecho una maraña de nudos. Laura cepilló con fuerza: "¡Ay, ay, mamá, ya, me duele!" La madre siguió, la niña empezó a llorar. Laura