el otro permanecía doblado sobre sus rodillas. Alex se mojaba el mentón insensible, esparcía su comida en el plato, se picó dos veces los labios al llevarse la cuchara a la boca y jamás usó la servilleta desdoblada sobre susmuslos.Esextrañalarapidezconqueseolvidanlos buenos modales. Me anticipé al deleite del soufflé, su consistencia era ligera, espumosa. No tenía sal. Me sirvieron el segundo plato. Su presentación seguía siendo magnífica, pero