, transcurridos los cuales se dejó oír un desabrido carrasquear y chascó la cerradura. Empujé la puerta y entré en un zaguán que olía a desinfectante. En ascensor subí al ático. En el rellano no me aguardaba nadie, pero una de laspuertasestabaentornada.Aprensivo,toquécon los nudillos y una voz femenina y distante respondió así: --¡Pasa, estoy en la ducha! Pasé, convencido de haber entendido mal, y me encontré en un diminuto