ya estaban de vuelta. Les llamé, pero no recibí respuesta. El ruido, en cambio, iba en aumento. Con la mosca detrás de la oreja me levanté y me asomé, a ver qué pasaba. No bien lo hube hecho unasmanoshercúleasmeagarraronymetiraronal suelo. Me vi rodeado por tres hombres cuyos rostros no pude reconocer, porque llevaban calado el sombrero hasta las cejas, subidas las solapas hasta la nariz y cubiertos los ojos por