cerdas de jabalí. Entonces comprendió que debía irse. Sólo al echarse a andar, Laura logró doblar el brazo. Un músculo jalaba a otro, todo volvía a su lugar y caminó resueltamente, si estaba fuera de sí no se daba cuenta deello,apenassinotóquehabíalágrimasensurostroy las secó con el dorso de la mano sin soltar el cepillo. No pensaba en su hija, no pensaba en nada. Debido a su estatura sus pasos no eran muy largos; nunca había podido