vez que se comenta una muerte producida por mano terrorista no falte casi nunca la inmediata consideración de cómo tal cosa contribuye a la "desestabilización de la democracia"; la mirada no se detiene apenas en el muerto y en los que le lloran (en aquelparaquiensehaterminadoparasiemprenosóloelirrisoriobiende la democracia, sino la vida misma, y en aquellos para los que vida y mundo han quedado terriblemente desgarrados), para volverse acto seguido a las peligrosas consecuencias políticas que la reiteración de tal clase de