Cebollona, ya sabes quién te digo, le decía yo... --Cándida, no tengo tiempo que perder. Me buscan para matarme y tú me tienes que ayudar. --Ahora no puedo, que estoy faenando --dijo con sequedad,dandomeaentenderquesehabíaterminado el flujo de sentimientos fraternales al que hasta entonces había dado curso. --¿Tú te acuerdas, Cándida --proseguí yo haciendome el que no entiende las indirectas--, de una