del taller de carros y de ejes y de ruedas, uno, dos, uno, dos, sobre los yunques y que en sus oídos resonara el ronroneo de los tornos como antes habían resonado los silbidos de la locomotora. Cuando los peones enderezabanlavíareumáticaconbarretasparanivelarla, se quejaban y gritaban en medio de su esfuerzo por levantarla: "¡Eeeeeeeeeh! ¡Ooooooooooh! ¡Eeeeeeeeey!" Como que resentían en su propio cuerpo los achaques de