de tu cabeza. Yo me repetía en silencio, una y otra vez, como una autómata: "La muerte no existe, la muerte no existe". Uno de aquellos hombres cerró la ventana porque tenía frío, como si eso pudiera ya tener importanciaalguna.Elmédicoterminósuinformeycruzó algunas palabras con mamá, que lloraba desde muy adentro. Deseé acercarme a ella, pero me sentí paralizada. Un peso brutal iba cayendo sobre mí y yo no podía sostenerlo.