Texto contextualizado: |
lo que gustaba, y todas estas preferencias basadas en una prudente reflexión no solían coincidir con las preferencias viscerales de la interesada, que no le veía la gracia a aquella monserga de que los hombres se pusieran viejos cuanto antes. Los jóvenes guapos y atrevidos, que eran los que tenían éxito con las chicas, resultaban ser casi siempre un poco sinvergüenzas, malos estudiantes, unos «zánganos», de conversación tan divertida y brillante como incierto porvenir. Tampoco es nuevo eso de que los más zánganos son los más |
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