planta pero éste no llegaba. Paciencia. La suya había sido una tarde reposada, casi languideciente, de una mórbida satisfacción. Salvo una breve escapada a la calle para hacerse con un piscolabis que acompañara a las bebidas no tuvo otra ocupación que dejartranscurrirtiempobajolaluztamizadapor los visillos, ojeando de vez en cuando, por desgana, una revista de arte. El sonido del ascensor llegó al fin. Era ella y estaba en el descansillo. En