a recibir noticias suyas. Yo tampoco le escribo. Me parecía --quizá también a él-- que tú serías siempre el nexo entre los dos. Así fuimos perdiendo nuestro propio contacto, o quizá no fue eso, sino la lejanía, la pérdida delapresenciafísicaquevatachandodíasqueparecían imborrables. Y, sin embargo, nunca debiéramos descuidar la amistad, más preciosa, más generosa que el amor. Pero la amistad exige un cultivo fatigoso, un permanente