misma hora y minuto en que los partes médicos oficiales anunciaban en Madrid el tránsito de su grotesco paisano, nuestro amanuense regresó cabizbajo y ceñudo a su casa. Llevaba siempre consigo una pequeña agenda en donde anotaba las direcciones y teléfonos de sus colegas y amigos y, envezdetacharescuetamente,comosolía,elnombre, número y señas del desaparecido, procedió a un verdadero auto de fe: la desencuadernó tras un forcejeo enérgico y, página tras página, en riguroso