precipicios, en medio de una tormenta de nieve que no me permitía ver por dónde avanzaba. Después de una interminable hora de marcha lentísima, en que atravesé túneles, oí el rumor de cascadas y me pareció ver edificios iluminados que en uninstantesedisolvíanenlanoche,sucedióalgoque no entiendo bien. Un enorme bulto blanco embistió con fuerza el lado derecho del auto, lo hizo tambalear, lo proyectó contra la montaña a pique. Si la embestida hubiera