Sentier nuestro ermitaño se conduce como un jubilado cualquiera. Camina despacio, deteniendose a contemplar cuantos sucesos, detalles o espectáculos atraen su voluble atención: la meada selectiva de un perro, una mendiga borracha y abotargada, los desiderata, denuncias y vindicaciones pintados en las paredes. CuandosubelapendientesuavedelaRuedela Lune, adusta como un decorado de cartónpiedra, comprueba a diario que siguen indemnes: para su gran satisfacción personal, las porteras y vecinos de