hasta el fin del mundo, eludí la zarabanda y volví sobre mis pasos, dejando que los religiosos se las entendieran con los protestantes. Del vestuario que en forma tan precipitada habíamos tenido que abandonar y a donde regresamos sin ser molestados, arrancaba una escalera decaracolporlaquesubimoshastallegaraundescansillo espacioso, en una de cuyas paredes había un ventanal al que con prudencia nos asomamos y a través del cual vimos lo siguiente: una sala circular casi tan