de las gafas. --Es demasiado grave la revolución para jugar así, con cuatro niños... ¿Tú has leído a Marx? --le preguntó, de pronto. Y David, con la naturalidad con que acostumbraba a reconocer ante Julián que no había leído, ni siquiera le sonaba,nadadeloqueélsugería,dijo: --No. --Pues te lo voy a dejar... Caminaron uno al lado del otro, pensativos. David no se atrevía a