, cuando existían, purgaban el abandono en que, por regla general, dejaban a sus santas esposas, dandoles un simulacro de vara alta en el negocio espinoso de la «formación» de los hijos. Pero ellas, salvo honrosas excepciones, no estaban dispuestasnicapacitadasparasolventardemanerapropiamente pedagógica ninguna duda de las muchas que surgían en sus hijos ante la naciente dualidad amorsexo que los fatigaba en la época de la pubertad. Legisladoras implacables de la conducta honesta,