se filtraba por debajo. Miró el tocón, limpio de astillas y del que habían retirado el hacha. Se agachó junto a él con precaución y miró al frente, a la silla donde no estaba el viejo. Permaneció allí un rato, en cuclillas; después se levantó sinsoltarelsoldadoydiomediavuelta, camino del jardín. Miraba hacia la carretera. Estaba sentado en una confortable butaca y la tarde comenzaba a caer. La luz, al declinar,