un rostro hermoso con mirada de diablo. Me hizo gracia y la deposité sobre la mesilla para verla bien. Aquellos insignificantes objetos cobraron a mis ojos una extraña elocuencia. Emanaban algo de ti que escapaba a las palabras. Al salir descubrí a Emilia. Su quietud fantasmal mesobresaltó.Estabadepie,amiespalda,pegada a la oscuridad, sin relieves, como una estampa. "¿Qué quieres saber?" me dijo con benevolencia, cruzandose de brazos y mirandome con sus ojos de fiebre. Me extrañó