partido de América, con grandes proobabilidades de un landslide sin precedentes, capaz de convertir las elecciones casi en un plebiscito de hecho, en el camino hacia un partido único, en que por fin se exprese, sin frenos de conciencia, el regresivo orgullo narcisista teológicamente cimenta denaciónseñaladaporlaeleccióndivinaparaunamisiónuniversal, junto con la profunda mentalidad reaccionaria norteamericana. (Si bien, justo es reconocerlo, la unicidad no es todavía totalitarismo, y el surgimiento de éste aún tendría que vencer lo mejor -o tal vez lo único
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