los faroles. Ya en la casa, y mientras yo me enjabonaba la cara pugnando por librarme del huevo, que se había solidificado y adherido a mi pellejo con oficiosa lealtad, la Emilia refirió el episodio del aeropuerto a nuestroanfitrión,quien,portodocomentario,seencogió de hombros, frunció los labios y exhaló un resoplido como si la proeza que yo acababa de realizar careciera de todo mérito. Tentado estuve, al sorprender su reacción cuando salía del cuarto