entre ella y mamá me obligaron a seguir viviendo. Pues yo me abandonaba a una quietud absoluta, tumbada sobre la cama. En dos ocasiones caí en aquel estado terrible que sólo he conocido en ti y en mí. Era esa total rigidez del cuerpodesdelaquenopodíarealizarnielmáslevemovimiento, ni articular sonido alguno. Una vez me quedé con los ojos abiertos y ni siquiera pude cerrarlos. Después de aquel espanto, salté de la cama y corrí fuera de