chico de las gafas se tomó unos momentos antes de atacar de nuevo. Se llevó a los labios el vaso de vino y se lo bebió de un trago. El tabernero se acercó con la garrafa de cristal en la mano y se lo llenó de nuevo. --¿Nadiebebeaquí?--preguntóunpocohosco.Había tomado nota de las acusaciones del joven amigo y les miraba con cierta prevención. «Señoritos, pensará, señoritos que se las dan de pobres», reflexionó David.