le pegó un largo chupetón. --Está buena --comentó sin entusiasmo. --Y tú, ¿te encuentras bien? --Pa la edaz que tengo... --dijo filosóficamente. Convencido de que el obsequio no encerraba añagaza alguna,lequitélabotelladelamanoymebebí lo que quedaba en ella, que era algo así como la mitad y un poco, de un buchazo. Me invadió el delicioso mareo que siempre acompaña la ingestión de tan exquisita ambrosía