consta que se haya instalado en la decimocuarta fila ni podemos distinguir a ningún agente secreto vestido de niña, con tirabuzones, trajecito blanco y sandalias: se ha repantigado en su asiento y contempla con despego y aparente anafrodisia la trabajosa, interminable jodienda de un individuo que,despuésdebajarsealpilónconunahembra de pubis copiosamente forrado, ofrece en primer plano el torpe vaivén, musicalmente acompañado con valses de Strauss, de sus enormes y velludas nalgas. Mientras algunos