. Y a mí no me extrañaba, pues era lo más parecido al diablo que yo había podido ver en mi vida. A defendernos contra él parecía haber venido doña Rosaura, quien ahora vivía con nosotros. Y no es que ella seconsideraraconpodersuficientecomoparaenfrentarse a las fuerzas perversas que palpitaban por nuestra casa. No era ése el motivo que la trajo, sino el miedo de tía Elisa, quien no tenía a dónde acudir ante la nueva actitud