me preguntó extrañada. --¡Claro! Para eso los tiene. Pero sólo algunas veces. --¿Cuándo? Quise entonces responderle que siempre que servía la mesa a la hora de cenar, cuando mi padre podía verla. Peronodijenada.Melimitéaencogermedehombros dandole a entender que aquella cuestión no me interesaba. Lo cual era cierto, pues yo no había estado esperandola para hablar de cualquier cosa, sino para tratar con