tragedia, se reconoce impotente. Y se desarrolla su angustia, de siempre latente. Y Alice, Alicia, comprende que sólo podrá vivir a gusto una existencia narcótica. Duda, pero finalmente persigue al conejo y cae en las garras del "sombrerero", un orientalqueleproporcionaelacceso a otra dimensión. Con su nueva percepción, nuestra (anti) heroína tendrá redaños para vivir su aventura y para bailar con ese extraño que siempre fue su primer amor y