en un salón demasiado amueblado no ya para mis gustos espartanos, sino para que pudiera yo ganar la ventana y arrojarme por ella sin ser atrapado a medio intento. En vista de lo cual, decidí postergar todo plan de fuga y seguir estudiandoelterreno.Nodejódechocarme, dicho sea de paso, el que el cuarto de un hotel que se pretendía bueno no tuviera a la vista ni la cama ni el bidet. Sí tenía, en cambio, un ocupante al que