degustar la enormidad que se nos cuenta como la sacudida de un licor que tumba para atrás; el canónico repertorio de los "no me digas", los "estás bromeando", los "increíble", "inaudito", "monstruoso", con su corte de gesticulaciones,eselprositconqueseapuraysaboreaelenérgicoyvigorizan elixir del escándalo. Es natural que quien hace su bondad de la maldad ajena sienta una auténtica ola de fruición a la noticia de una nueva infamia, que no viene sino a adornar con un destello más la aureola de