la enérgica solidez monolítica de la existencia que de él se predica, que tan sólo se inflama y vivifica en la agitación y el hervor de la pelea y la enemistad. El monoteísmo no sólo muestra, así pues, una cierta laxitud, por contradictoria quepuedaparecer,paraadmitirlaafirmacióndeotroexistente, siempre y cuando decir otro equivalga implícitamente a decir malo, sino que incluso se halla sujeto, en algún grado, por su propio fundamento, a la servidumbre de no poder prescindir nunca de él. Como existente -y aunque