sí misma. Dicho desde otro sesgo, el que la guerra renunciase a reservarse el grado máximo de universalidad, tolerando -aunque nada más sea bajo el entendimiento de rito y simulacro- acciones o ademanes que suponen eseestratoexteriorosuperior-metalingüístico,sisemeadmitelametáfora-, equivaldría para ella a declararse o reconocerse no ya omnímodamente necesaria, sino, en el grado que fuere, facultativa, al cabo, como el juego. Para garantizar la propia causa contra cualquier posible puesta en