pueda ser cualquier cristiano en los castigos de este mundo no ha de pedir para nadie la perdición eterna, pero hay una tradición según la cual cristianos declarados lanzaban hasta en el templo las más espeluznantes maldiciones eternas contra los enemigos de la fe, contendiendo de esta manera conMaríaparaarrancarledelasmanoslosreosqueellapudieradefender y erigiéndose así, frente a la medianera de la gracia, en medianeros de la condenación. Inspirandose acaso en esta tradición, todavía ha habido en nuestro propio siglo quien, aunque sólo sea ya como ficción retórica, ha
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ARRANCAR.1 - Sacar, quitar o separar (con fuerza o violencia) [algo o a alguien] del sitio en el que está fijo