se sobre los propios valles terrenales, como si el viejo, aunque nunca entero, albedrío de los humanos, habiendo ya alcanzado su pleamar, estuviese empezando a retirarse hacia el pasado, y por el otro frente viniese ya emergiendo delasentrañasdelatierra,montandoyavanzandohacialasvastas playas que las verdes, límpidas aguas del albedrío, entre un último y efímero festón de espumas, van abandonando, viscosa, humeante, lenta, horrenda ola de pez, negra colada hirviente en espaciada sucesión de amortiguadas