repelente deje a herrumbre y naftalina, complementado en este caso con un toque de orines fermentados de Babieca. Por todo lo cual ya desde ahora advierto que si por un azar, afortunadamente harto impensable, me viese yo algún día -Dios no lo quiera, aunquetampocodejaríadeafrontarvalientementemisresponsabilidades- convertido de pronto en presidente del Gobierno, tengo muy meditado que, por el bien de los españoles, mi primer acto de gobierno no podría ser otro que un decreto ley prohibiendo inmediatamente y sine die