le es, en última instancia, imprescindible. La oscilación viene a ser como si Dios, deseando e intentando reiteradamente descansar de la pelea, en la plenitud de su excluyente y única existencia, como un definitivo y aboluto vencedor, cada vez que se entregase atalreposoadvirtiesealpuntoquelapazeseldesvanecimientoyla disolución -con la amenaza permanente de no reaccionar a tiempo en cualquier trance de amodorramiento digestivo y escurrirse irremediablemente, en un fatal episodio apoplético, por el sumidero de la nada- para