el morrito el resto del café enriquecido. Luego la dejamos reposar y nos pusimos a observarla, aguardando a que el antídoto surtiera su efecto benéfico o acabara de mandarla al otro mundo con piadosa celeridad. No se hizo larga la espera, porque sabido esquelanaturalezaconfierealoshumanosunbuen gusto innato en materia alimenticia, aunque no siempre los medios necesarios para satisfacerlo, y así acaeció que el estómago de la periodista se sublevó y la liberó