que se me oprimía el corazón. No al conocer su rostro, sino al contemplar su sonrisa. Qué frágil es siempre el porvenir del hombre y cómo parece un niño cuando su destino está en manos de los demás. JACOBO.- Bien, padre Maffei... MAFFEI.-Perdonadme.ElcortejodelCardenalllenaba todo el palacio, pero Florencia está desde hace tiempo habituada a estos acontecimientos, y ya habrá presenciado otros con más derroche. Ya os digo: ni una sombra de