me de que de súbito mi compañero se callaba. Transcurridos unos minutos y extrañado de su silencio, cuchicheé: --Pepito, ¿qué haces? Sólo el susurro de las hojas respondió a mi apercibimiento. --Pepito, ¿estás ahí? --insistí con idéntico resultado. Intuíqueunpeligrorondabay,porloquepudiera pasar, me puse en guardia, aunque la experiencia me ha enseñado que ponerse en guardia equivale normalmente a adoptar una expresión ladina