si fuese a evacuar el vientre y, acto seguido, hace que tira de la cadena del retrete imaginario. El Pregonero, en tono bajo, redobla el tambor imitando el ruido escatológico al que se alude. Al fin, sentandose, Leónidas ordena al Pregonero:) ¡para,novayaaserquehuela! VERDUGUEZ.- (A Leónidas.) Es la hora, señor. LEONIDAS.- Está bien, ¡vete! (Al Tigre.) Y tú, ¡confiesa de una vez!