lobo que, ante los gruñidos de la «élite», tiene que repartírselos, no sin zamparse él alguna tajada. Leónidas agarra el resto del segundo conejo y sigue devorando. Empieza a soplar viento. Una nueva tormenta parece acercarse.) Yaunquelahierbanohubierapertenecido a un monasterio, ¿quién eres tú, Burro miserable, para entrar a robar en campo ajeno? GATINA.- ¡Sólo pasó la lengua, señor! LEONIDAS.- ¡