la boca en señal de comida.) Y tampoco... (Se acuclilla como si fuese a evacuar el vientre y, acto seguido, hace que tira de la cadena del retrete imaginario. El Pregonero, en tono bajo, redobla el tambor imitando elruidoescatológicoalquesealude. Al fin, sentandose, Leónidas ordena al Pregonero:) ¡para, no vaya a ser que huela! VERDUGUEZ.- (A Leónidas.) Es la hora, señor.