refrescantes, la contrapartida del aliento litúrgico y lejanísimo de nuestras enamoradas. A muchos, llegados a cierta edad que les aconsejaba «sentar la cabeza», les hubiera gustado casarse sin tener que pasar por el enojoso trámite del noviazgo, pero no había salida de emergencia paraesquivaraquelcaminoquehabíaquerecorrerjalón por jalón, y que tenía su propio catecismo. No tenía novia, pero quería casarme. Por lo visto uno para tener novia se ha de enamorar. Y como si esto fuera poco..., otra