, desde luego... No era una queja; era, como todo lo que ella decía, una rotunda aseveración. «No es fácil imaginarla perdida en los corredores fantasmales de la infancia. Nunca ha tenido miedo a los pequeños ruidos, los roces misteriosos, las brisas que muevenlosvisillosenlasnochesmáscalmas.»Escierto: nunca, en las largas ausencias de David, sola en su dormitorio o abajo en el salón, mientras los niños, el jardinero, el ama, dormidos todos apenas suponían compañía