el pelo de Genoveva.» Una mujer envejecida y torpe entró con una bandeja en cuyo centro reposaba una sopera. La miraba intensamente, preocupada por mantener el equilibrio, y se dirigió a Genoveva, que después de servirse dijo escuetamente: --Al señor. LamujersemovióhaciaRafael,hipnotizadaporla magia del puesto preferente; miró al muchacho, que empezó a servirse con soltura, y Julián pudo advertir, creyó advertir, que lo miraba con tristeza y dulzura y