las consagradas al crimen y horror, el Gran Guiñol y figuras de cera. De vez en cuando -y éste es un hecho digno de ser mencionado--, nuestro hombre, en lugar de coger el metro hacia Barbès o romper las suelas por lascallejasbulliciosasdelbarrio,tuercealaizquierda del cine Rex, camina pausadamente por los bulevares y se detiene frente a la bóveda del Musée Grevin aparentemente decidido a disfrutar por veinte francos del Palacio de los Espejismos,