le y Burrote, éstos sin atreverse a dar un paso, miran inquisitivamente a Leoncio. Este, al fin, ruge, pero el rugido que le sale ahora es blando, sin fuerza. Loristo y Burrote, decidiendose, avanzan sobre él. Leoncio, preocupadísimo, lanza hacia ellos dos o tres zarpazos acompañados de nuevos rugidos amorfos, fofos, que no logran ya intimidar a nadie. Entonces trata de huir pasando entre los dos. Estos empiezan a descargar golpes