parte, como quiera que la edad de casarse no viniera detallada con precisión en ningún decálogo, si la etapa de «entrenamiento» para ganarse la vida se tomaba demasiado en serio o duraba más de la cuenta, se corría el peligro de crear en la mujer necesidades y aficiones que el día de mañana pudiera echar de menos. Le tomaría gusto a algo que, según la doctrina oficial, estaba reñido con su propia condición y la estragaba: a la independencia
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CORRERIII - Pasar peligros, aventuras, o cierta suerte