lo lecho. La historia de aquella sangre había comenzado, como sabes, algunos meses atrás, en otoño, a orillas del lago de Como, con la caída de Patrizia a las aguas y su posterior enfriamiento. Pero todo pasó. Regresamos del lago y nada tenían que ver con la sangre las agradables noches de tertulia en Via Cappuccio, ni las noches de concierto, ni los paseos por el Barrio de Brera, ni los tardíos regresos de Patrizia a casa. Nada